En una novela de los años 50, hay una escena en la que cuatro aldeanos se confiesan sus pecados unos a otros. Uno de los hombres, Michelis, exclama: «¿Cómo puede Dios dejarnos vivir en la tierra? ¿Por qué no nos mata para purificar la creación?» «Porque, Michelis —respondió otro de los hombres—, Dios es un alfarero; trabaja con barro».
Esto es lo que Dios hizo literalmente en Génesis. El soberano Creador formó y moldeó a la humanidad por medio de un diseño único. Este proceso implicó el tener que diseñar a un hombre del polvo de la tierra. La palabra formó en Génesis 2:7 describe la obra de un artista. Al igual que un alfarero que del barro moldea y diseña un vaso o alguna otra vasija, el Señor Dios formó a la humanidad de la arcilla.
Dios continuó Su obra con el polvo y el barro al soplar aliento de vida en el hombre y transformarlo en un alma viviente. Esto hizo del hombre un ser espiritual, con la capacidad de servir y tener comunión con el Señor.
Después del pecado de Adán y Eva, Dios siguió obrando en y con el barro al enviar a Su Hijo Jesús a morir por la humanidad, y así regenerar a aquellos que lo reciben, para que disfruten de la comunión con Él. En señal de gratitud, usemos nuestras manos para hacer buenas obras para Su gloria.