Nosotros pensamos que era un «recoveco» inocente. ¿Sabes? Esa fuente o tipo raro de la computadora que ofrece caracteres extravagantes para darle chispa a la página. Pero el diseño elaborado que escogimos para un libro sobre la sabiduría resultó ser un símbolo hindú. Huelga decir que la segunda impresión del libro no contenía el recoveco.
Ahora bien, Dios no se intimida por el poder sugerido por este símbolo. «Mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo» (1 Juan 4:4), pero el recoveco debe haber tenido un efecto desconcertante en los cristianos que lo conocían.
Es por eso que la noticia sobre una nueva catedral me perturbó. Sus puertas de bronce de 25 toneladas están adornadas con «símbolos de deidades de todo el mundo». Yo estoy totalmente a favor de apreciar otras culturas, pero se trata de una estructura construida para personas que creen en el nombre de Jesús.
La idolatría está vivita y coleando en el mundo entero. Aunque los ídolos en sí mismos son tan silenciosos como el pavimento (Jeremías 10:1-6), los poderes demoníacos que hay detrás de ellos son una verdadera fuente de preocupación. Toda cultura tiene algo único y maravilloso que contribuir, pero debemos estar alertas para detectar aquellas cosas que se oponen abiertamente a las enseñanzas directas de las Escrituras.
El apóstol Pablo abordó este asunto cuando escribió a los cristianos de Corinto, una ciudad que ofrecía carne a los ídolos y luego la vendía en el mercado. Algunos cristianos estaban com prando la carne y comiéndosela. Otros boicoteaban esa comida. «Un ídolo no es nada en el mundo —escribió Pablo—, y que no hay sino un solo Dios» (1 Corintios 8:4). Sin embargo, en Gálatas 5:20-21, Pablo también señaló el vínculo entre «idolatría y bruje ría», y advirtió que la gente que las aceptaba «no heredará el reino de Dios».
En nuestra cultura cada vez más diversa, la idolatría ha llegado a ser una preocupación. Es hora de educarnos de manera que no ofendamos a otros cristianos. Así podemos compartir mejor nuestra fe con aquellos que oran a dioses que no pueden oírlos. —TG