En su libro Una grieta en el borde del mundo, Simon Winchester escribe sobre Parkfield, California, un pequeño pueblo con tendencia a los terremotos. Para atraer turistas, el cartel de un hotel dice: «Duerma aquí cuando ocurra». El menú de un restaurante ofrece un bistec de gran tamaño llamado «El grande» y un postre denominado «Réplicas». Pero dejando las bromas de lado, un terremoto de verdad puede ser una experiencia aterradora. Yo lo sé porque estuve en California durante algunos temblores.
En el libro de Hechos, leemos que Dios usó un terremoto para abrir el corazón de algunas personas al evangelio. Después de ser falsamente acusados, Pablo y Silas fueron encarcelados en Filipos. Cerca de la medianoche, un terremoto retumbó en la prisión, abrió las puertas de los calabozos y soltó las cadenas de los presos. Cuando el carcelero supo que Pablo y Silas no habían tratado de escapar, preguntó: «¿Qué debo hacer para ser salvo?» (16:30). Ellos dijeron: «Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa» (v. 31). Esa noche, el carcelero y su familia creyeron y fueron bautizados. Y todo empezó con un terremoto.
A veces, las dificultades de la vida hacen que las personas sean más receptivas al evangelio. ¿Conoces a alguien que esté atravesando una crisis? Comienza a orar, mantente en contacto con esa persona y estate listo para expresarle tu compasión y testificarle de Cristo.