A mediados del siglo xix, el detective Allan Pinkerton se hizo famoso por descubrir una serie de robos a trenes y por frustrar un complot para asesinar a Abraham Lincoln mientras viajaba para asumir la presidencia de los Estados Unidos. La Agencia Nacional de Detectives Pinkerton no solo se destacó por ser una de las primeras en ese país, sino aún más por su logotipo, que mostraba un ojo bien abierto, con la frase: «Nunca dormimos».
No hay nada mejor que saber que uno está protegido y seguro. Al ir a dormir por la noche, te tranquiliza que las puertas estén cerradas con llave y todo esté en silencio. Te sientes a salvo. Sin embargo, hay muchos que yacen despiertos en sus camas pensando con miedo en el presente y en el futuro. Algunos les temen a los disturbios fuera de la casa o a un cónyuge violento. Otros no pueden dormir porque están preocupados por un hijo rebelde. Incluso hay quienes, angustiados, están atentos para saber si un hijo gravemente enfermo sigue respirando.
En estos casos, nuestro Dios amoroso nos insta a clamar a Él, a Aquel que «no se adormecerá ni dormirá» (Salmo 121:4). El Salmo 34:15 nos recuerda que «los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos».
Quizá Pinkerton haya sido el «ojo privado» original, pero el único que realmente tiene Su ojo siempre abierto, que nunca duerme, está escuchando los clamores de «los justos» (Salmo 34:17).