Pensando en causar daño, dos jóvenes se acercaron a un autobús misionero, usado para evangelizar, estacionado en el centro de una ciudad alemana.
Los misioneros estaban allí para ofrecer refrescos y usar ese medio para iniciar conversaciones sobre Cristo. Los dos visitantes, que llevaban pañuelos con figuras de calaveras y huesos cruzados, se acercaron para provocar disturbios.
Sin embargo, aquellos misioneros cristianos no reaccionaron como esperaban los rufianes, sino que los recibieron con calidez y los hicieron participar en el debate. Sorprendidos, los muchachos se quedaron lo suficiente como para escuchar el evangelio. Uno de ellos puso su fe en Jesús ese mismo día; el otro, al día siguiente.
Culturalmente, esos dos jóvenes y los misioneros que los alcanzaron para Cristo estaban a años luz de distancia. Los muchachos eran alemanes; los misioneros, norteamericanos. Unos, involucrados en un ámbito de oscuridad y de muerte; los otros, emanaban luz. La barrera cultural se eliminó con galletas y con un amor sin prejuicios.
Observa las personas que te rodean. ¿Cómo puedes demostrarles amor incondicional e incuestionable a aquellos que están del otro lado de la cerca cultural? ¿Qué podrías hacer para eliminar la barrera y ayudarlos a ver que el amor de Jesús no sabe de límites?
Cruza la cerca. Preséntale a Cristo a esa cultura… aunque no se parezca en nada a la tuya.