Me encanta leer los letreros de las iglesias; esos que uno ve en las carteleras al frente de los edificios. Hace poco, observé uno que decía: «Entre y experimente la presencia de Dios». Esta frase me llamó la atención, fundamentalmente porque es una promesa importante de hacer y a veces difícil de cumplir. Difícil porque, si no tenemos cuidado, nuestras congregaciones pueden reflejar más la presencia de su gente que la de nuestro Dios.
Por lo tanto, ¿qué debería hacer una iglesia para manifestar la presencia del Señor? ¡Sus integrantes tienen que vivir como Él! Una manera grandiosa de empezar sería poner en práctica acciones como la hospitalidad; la aceptación amorosa de toda clase de personas; la disposición a servir; el amor tangible de unos por otros, que hace que la gente se sienta segura e incluida sin importar el color o la posición social; y la tolerancia paciente ante las debilidades mutuas. Pablo dijo que deberíamos andar de un modo «digno del Señor» (Colosenses 1:10), y también señaló que ser digno significa que debemos ser humildes, amables, soportándonos unos a otros en amor, manteniendo con solicitud la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz (Efesios 4:2-3).
Vivamos de tal manera que las demás personas experimenten la presencia del Dios que vive en nosotros… dondequiera que estemos, pero, en especial, en la iglesia.