La película La princesa prometida tiene una escena de una boda, en la cual el clérigo que la dirige, dice: «El matrimonio […] es lo que hoy nos une».
Aunque el uso de esa frase pretendía ser humorístico, él dijo una gran verdad. El matrimonio es, en efecto, un gran unificador. Es una institución solemne y respetable, creada por Dios mismo; y une a un hombre y a una mujer en una unidad asombrosa.
A veces es bueno traer a la memoria el gran plan para el matrimonio que desarrollan las Escrituras.
El matrimonio crea una nueva familia a partir de dos: Adán dijo: «Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne […]. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer» (Génesis 2:23-24).
Brinda una manera pura de canalizar un deseo diseñado por Dios: «Pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido» (1 Corintios 7:2).
Constituye un equipo mutuamente servicial: «El corazón de su marido está en ella confiado […]. Le da ella bien y no mal todos los días de su vida» (Proverbios 31:11-12).
El matrimonio a la manera de Dios une a un hombre y a una mujer para honrarlo a Él y ayudar a la sociedad. Celebremos el matrimonio por la forma en que nos une en el nombre de Dios.