En un antojo, compré un globo de papel metalizado rojo en la tienda de comestibles. Llevaba escrito con letras redondeadas y sobresalientes el mensaje: «Te amo». Mientras colocaba las bolsas en mi automóvil, el hilo del globo se me deslizó entre los dedos. Allí quedé observando mientras se alejaba volando, hasta que pronto se convirtió en un simple punto rojo y, al final, solamente en un recuerdo.
Perder ese globo me hizo recordar cómo el amor a veces se desvanece en la vida. Los hijos se rebelan y se distancian; los cónyuges o los seres queridos se van; los amigos íntimos dejan de llamar.
Estoy tan agradecida de que el amor de Dios sea estable; puede sostenernos cuando este sentimiento aquí en la tierra desaparece. De hecho, es tan confiable que Jesús nos invita a permanecer en Su amor (Juan 15:9). Quiere que sepamos que está bien que nos arraiguemos en él y nos relajemos.
Podemos permanecer tiernamente abrasados por Dios siempre porque «ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir» (Romanos 8:38), ni ninguna otra cosa podrá separarnos nunca de Su amor que es por medio de Cristo. Una vez que confiamos en Jesús como Salvador, tenemos garantizado el amor de Dios perpetuamente.
¿El amor ha desaparecido de tu vida? Descansa en el afecto del Señor; Su cuidado constante mantendrá tu corazón firmemente seguro.