Muchas iglesias celebran el primer domingo de octubre como el Domingo de Comunión Mundial. Es una ocasión para conmemorar la Cena del Señor teniendo especialmente presentes a los hermanos en Cristo de todo el mundo. Este día, en el cual estamos en comunión con todos los creyentes, se ha convertido en algo muy significativo para mí.
No obstante, hace unos años, en esta fecha me encontraba en un aeropuerto, a punto de emprender un largo vuelo, y sin la oportunidad de asistir a una iglesia. Sentado solo, leí los relatos de los Evangelios sobre la última cena y los pasajes que describen el arresto y la crucifixión de Jesús. Después, en 1 Corintios 11:23-26, medité en las palabras que suelen leerse en las reuniones de adoración: «… el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan…» (v. 23). Con unos elementos sencillos que representan el pan y la copa, conmemoré la muerte del Señor por nosotros, sintiéndome muy cerca de aquellos seguidores de Cristo en muchos lugares donde no pueden reunirse para adorar con otros o se les prohíbe hacerlo.
No importa dónde te encuentres ni qué circunstancias estés atravesando, quiera Dios que halles gozo y fortaleza al recordar el sacrificio del Señor en la cruz. «Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga» (v. 26).