Louis B. Neumiller era conocido por su humildad, integridad y dedicación a la excelencia. Como presidente de la compañía Caterpillar Tractor, en 1941–1954, mantuvo su fábrica en actividad durante los desafíos de la Segunda Guerra Mundial y la convirtió en una empresa multinacional. En el libro En su tiempo: lecciones de los grandes líderes del siglo xx, los autores Mayo y Nohria describen el liderazgo de Neumiller como un «éxito sin fanfarria». Señalan que la marca de su grandeza fue que separó su identidad del negocio y «dejó que su empresa se convirtiera en el héroe en lugar de él».
Esta misma característica de generosidad la observamos en Juan el Bautista, el dinámico predicador que habitualmente declaraba que su misión era preparar el camino para el Mesías. Cuando los seguidores de Juan se preocuparon porque Jesús bautizaba gente y las multitudes lo seguían, él dijo: «Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él. […] Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe» (Juan 3:28,30).
Como seguidores de Cristo, ¿estamos exaltándolo a Él en vez de buscar nuestra propia honra? En lugar de decepcionarnos cuando nuestra contribución pasa desapercibida, deberíamos estar contentos, porque nuestro mayor privilegio es engrandecer al Señor. ¡Él es el héroe!
Honrarlo a Él es una marca de grandeza.