Sólo unas horas antes de morir, Jesús les prometió a Sus discípulos: «Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré» (Juan 14:14).

Dos mil años después, estas palabras siguen resonando en todo el mundo. En la actualidad, millones de creyentes terminan sus plegarias diciendo: «en el nombre de Jesús».

¿Qué hay de la promesa? Si nos consideramos cristianos, probablemente digamos que oramos en el nombre de Jesús. Sin embargo, ¿quiénes podrían sugerir que, al hacerlo, obtenemos todo lo que pedimos?

Quizá no tomemos la promesa en forma literal. Después de todo, el sentido común nos dice que nuestro Señor no consideraría la oración como un cheque en blanco que simplemente debe completarse y firmarse en Su nombre. Los padres amorosos no les dan a sus hijos todo lo que desean. Además, algunos seríamos peligrosos si pudiéramos decir la palabra correcta y obtener todo lo que pedimos. Pero, si ese es el caso, ¿por qué después el Señor repitió Su promesa de honrar todo pedido en Su nombre (15:16; 16:23)?

¿Qué quiso decir Jesús cuando prometió atender cualquier solicitud en Su nombre? Gracias a Dios, no tenemos que adivinarlo. En la misma enseñanza, el Hijo de Dios después aclaró que lograr respuestas a nuestras plegarias implica más que agregar Su nombre al final. Al comparar Su relación con Sus discípulos con la de la vid y los pámpanos, dijo: «Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho» (Juan 15:7).

Luego el apóstol Juan aclaró aún más el concepto. En su primera carta del Nuevo Testamento, insta a sus lectores a continuar creyendo en el nombre del Hijo de Dios, e inmediatamente agrega: «Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho» (1 Juan 5:14-15).

Aquí, por tercera vez, tenemos una promesa de respuesta, pero las tres instancias parecen depender de condiciones diferentes. ¿Cómo podemos estar seguros de que «permanecer en Él» y «pedir conforme a Su voluntad» dilucidan el significado de «orar en el nombre de Jesús»?

La respuesta se desprende de otra pregunta:

¿Qué hay en un nombre? En Oriente Medio, en la antigüedad, los nombres solían elegirse más por su significado que por su sonido o popularidad. En ese sentido, frecuentemente se consideraba un reflejo del carácter de la persona.

En una cultura donde los nombres tenían tal significado, el de Jesús, para los discípulos, implicaba más que el acceso al Padre. Cuando dijo: «Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré», estaba dejando en claro que, cuando nuestras peticiones están de acuerdo con Su corazón y Su voluntad, Él nos da lo que queremos.

¿Cómo es pedir en el nombre de Jesús? La respuesta se nos muestra en la oración modelo que actuó como espejo del corazón de nuestro Señor.

Cuando los discípulos le pidieron al Maestro que les enseñara a orar (Mateo 6; Lucas 11), les mostró cómo hacerlo en Su nombre y los instruyó a decir:

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre: Era el propósito más profundo del Hijo; nació para santificar el nombre de Su Padre (Lucas 1:31-32).

Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra: Como lo expresaron Sus primeras palabras registradas, había venido para estar en los negocios de Su Padre (Lucas 2:49; Juan 5:30).

El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy: Como sabía lo que significaba estar sin alimentos ni refugio, el Hijo descansaba en la facultad del Padre para proveerle (Mateo 4:4; 8:20; Juan 4:32).

Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores: Aunque no tenía pecado, intercedió por quienes lo estaban crucificando: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34).

Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal: Frente a los insultos, el hambre y el miedo, Jesús venció a nuestro enemigo al resistir toda tentación de no confiar en Su Padre, incluso cuando murió en la cruz (Mateo 4:1-11).

Entonces, al combinar todos los elementos de la oración de Jesús, entendemos cómo pedir en Su nombre.

Hay que admitir que esto podría hacer que oráramos de maneras que, al principio, podrían parecer más generales de lo que estamos acostumbrados. Pero ¿qué podría agradar más a nuestro Dios que expresar nuestro deseo de glorificar Su nombre en toda circunstancia, solicitar que se haga Su voluntad cuando enfrentamos nuestros peores miedos, rogar Su provisión cada día suplicar Su perdón mientras mostramos misericordia en todas nuestras relaciones e implorar que nos libre de nuestro enemigo en cada momento de tentación?

Con el tiempo, podríamos aprender que orar así realmente nos permitirá concentrarnos en los «qué» que sabemos que están arraigados en lo más profundo de Su corazón. Con el tiempo, seríamos capaces de descubrir de verdad que confiamos más en nuestras peticiones al aprender a dejar en Sus manos los «cómo» y los «cuándo» de Sus respuestas.

Con una conciencia renovada del significado de la oración en el nombre de Jesús, podemos unirnos para decir:

Padre celestial, ayúdanos a usar el nombre de tu Hijo no solo para entrar agradecidos a tu presencia, sino también para solicitarte lo que nos enseñaste a pedir: tu gloria, el bien de tu Hijo y nuestro gozo.