El escritor de Proverbios describe al necio como alguien «cuyas palabras son como golpes de espada» (12:18). Si nos referimos a la variedad de formas en que nos herimos y nos destruimos unos a otros, nuestra lengua puede asemejarse a una navaja suiza, con herramientas de múltiples filos.
Las actitudes perjudiciales, como el enojo, la irritación, la frustración y la impaciencia, e incluso la decepción, el estrés, la culpa y la inseguridad, fomentan el lenguaje pernicioso. Y cuando somos cortantes con nuestras palabras, herimos y dañamos a amigos y conocidos. Con razón, la lista infame de las siete cosas que aborrece el Señor incluye a todo aquel que «siembra discordia entre hermanos» (Proverbios 6:16-19).
¿Cómo permanecemos fuera de esa lista? Para empezar, debemos cuidarnos de lo que decimos. La murmuración y la calumnia no corresponden, y las palabras que lastiman en vez de sanar son desagradables. También deben desaparecer la jactancia, la mentira y todas las otras formas en que usamos palabras para dañar o dividir. En cambio, nuestras expresiones y relaciones deberían estar gobernadas por términos que transmitan amor y el poder sanador del perdón, la misericordia y la verdad. Después de todo, ¿dónde estaríamos si Jesús no nos hubiese expresado palabras de amor y de gracia perdonadoras?
Así que, guarda la «navaja» y usa tus palabras para ayudar y para sanar.