Los ingenieros radiales que trabajan en Ministerios RBC estaban preparándose para emitir un programa vía satelital. Estaba todo listo, incluso la red de conexión. Sin embargo, justo cuando estaban por comenzar la emisión, la señal se cortó. En medio de la confusión, los ingenieros trabajaron para reconectar la red, pero no lograron nada. Entonces, les llegó el aviso: el satélite había desaparecido… literalmente. De manera repentina y sorprendente, había caído del cielo. Ya no estaba más.
Sospecho que a veces, cuando oramos, pensamos que a Dios le ha sucedido algo similar; que por alguna razón, ya no está. Sin embargo, la Biblia nos consuela al afirmar que el Señor no ha «caído del cielo». Él siempre está disponible, nos oye y se interesa por nosotros.
En un momento de desesperación, David escribió: «Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz» (Salmo 55:17). Cualquiera que sea la situación en que nos encontremos, cuando clamamos a Dios, Él oye el clamor de Sus hijos. Esto debe animar nuestro corazón. ¿Cómo respondió David a la realidad de tener un Dios que oye la oración? «Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo» (v. 22). Aunque Dios no conteste como nos gustaría ni cuando quisiéramos que lo haga, sabemos que de «tarde y mañana y a mediodía» siempre está.