¿Dios nos haría responsables de algo para lo que no nos ha capacitado?
Tal vez, los israelitas se preguntaron lo mismo cuando Moisés, en su discurso de despedida, les dijo: «Pero hasta hoy Jehová no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír» (Deuteronomio 29:4).
Estas palabras probablemente les resultaron ofensivas, especialmente porque su líder les estaba advirtiendo sobre las consecuencias de no cumplir con su parte del pacto que Dios había hecho con ellos (Deuteronomio 28). ¿Cómo podrían evitar ese problema si Dios no les daba lo que necesitaban para agradarlo?
Parte de la respuesta parece residir en el capítulo siguiente. Posteriormente, Moisés vislumbró el día en que Dios dotaría a Su pueblo con un corazón comprensivo, después de que reconocieran sus errores y se volvieran a Él (30:1-6).
Este texto indica que solo cuando los israelitas finalmente entraran en razón, Dios les daría un corazón nuevo. Sin embargo, después, el Nuevo Testamento nos dice que incluso el arrepentimiento es un regalo de Dios (2 Timoteo 2:25). Entonces, si Dios sabía de antemano que con el tiempo Israel volvería a Él por un nuevo corazón, ¿de quién sería la decisión para que eso sucediese?
Los teólogos no se ponen de acuerdo en este punto. Los calvinistas dicen que los seres humanos caídos están muertos en pecado y que no pueden pedirle a Dios que los salve, a menos que Él genere ese arrepentimiento. Los arminianos dicen que, aunque los seres humanos caídos estén separados de Dios debido al pecado y a la muerte espiritual, les queda suficiente conciencia y capacidad de elección para reclamar Su misericordia.
Las conclusiones de ambos grupos tienen sustento bíblico. Los calvinistas citan declaraciones que afirman que Dios llama para que sean Sus hijos a aquellos que Él, en base a Su propia voluntad, tiene a bien elegir para la salvación (Efesios 1:4-5). Los arminianos se oponen basándose en textos que dicen que Dios llama a todos para que elijan personalmente recibir las buenas noticias de lo que Cristo hizo por nosotros (Apocalipsis 22:17).
Ambos relacionan el conocimiento anticipado o presciencia de Dios con la elección (Romanos 8:29-30; 1 Pedro 1:2), pero discrepan sobre el sentido bíblico de dicho conocimiento previo. Hasta cierto punto, los calvinistas vinculan la presciencia de Dios con lo que Él determina de antemano. Los arminianos son más propensos a decir que Dios ve lo que sucederá y les da a los seres humanos la libertad de elegir en respuesta a Su llamado.
Desde los días de Juan Calvino (1509–1564) y Jacobo Arminio (1560–1609), muchos han considerado este debate teológico, aún vigente, como un tema decisivo para comprender la gloria y bondad de Dios.
El aspecto positivo es que la naturaleza controversial de este asunto ha instado a muchos a estudiar con cuidado las Escrituras en un intento de comprender quién tiene la razón.
Pero hubo víctimas en el proceso. Más de uno quedó atrapado en el fuego cruzado entre personas bien intencionadas que han catalogado al otro bando de herejes y de enemigos.
Otros, casi involuntariamente, han confiado en aseveraciones y razonamientos humanos, en un intento de resolver el misterio de una Biblia que enfatiza tanto el conocimiento divino anticipado como la responsabilidad humana.
El resultado de esta especulación teológica ha sido muy costoso para los miembros de ambos grupos. Al presionar la lógica de la elección soberana o del libre albedrío humano, muchos terminaron perdiendo la seguridad de su salvación. Enfatizar la elección soberana de Dios o la elección humana ha hecho que innumerables personas se preguntaran si han visto suficientes cambios en sí mismos como para considerar que su elección era segura.
¿Significa esto que es mejor ni siquiera investigar lo que dicen las Escrituras sobre la elección divina y la voluntad humana? No; significa que, cuando comenzamos a decir más o menos que lo que expresa la Palabra de Dios, necesitamos tener en mente los fundamentos de nuestra relación con Dios y con el prójimo.
Fe: Debemos recordar que la única autoridad reside solamente en lo que Dios reveló sobre Su gracia soberana y las elecciones de las que nos hace responsables, no se puede añadir ni quitar nada (1 Corintios 4:6).
Esperanza: Centrarnos en lo que tenemos que hacer para probar la elección divina o en si hemos confiado suficientemente en Él enfatiza de manera errónea nuestros esfuerzos personales. No podremos tener la seguridad de nuestra salvación hasta que no descansemos completamente en lo que Cristo hizo por nosotros.
Amor: Si Dios no pone en nuestro corazón amor hacia los que disienten de nosotros, toda la teología y la lógica del mundo creará un obstáculo que nos alejará a unos y otros de Cristo en lugar de acercarnos a Él.
Podemos considerarnos calvinistas o arminianos, pero eso no tiene por qué dividirnos en espíritu. Mediante la fe común en el sufrimiento y la muerte de Cristo por nosotros podemos compartir una gracia que nos une en una salvación que ninguno merece.
Podemos unirnos para orar: Padre celestial, danos un corazón que acepte el grado de comprensión que deseas que tengamos, suficiente humildad para reconocer lo que solo tú comprendes y mucho amor para respetar a los hermanos que han llegado a conclusiones diferentes a las nuestras sobre por qué debemos darte siempre nuestro agradecido amor y adoración