Isaac Hann fue un pastor casi desconocido que sirvió en una pequeña iglesia en Loughwood, Inglaterra, a mediados del siglo xviii. Al final de su ministerio, los miembros de la iglesia sumaban 26 mujeres y 7 hombres. Y de esos hombres, sólo 4 asistían con cierta regularidad.
En una era de medios masivos y de mega-iglesias, ¿quién pensaría que esa fue una labor exitosa? En nuestro mundo actual, Isaac Hann sería considerado uno de esos pastores que nunca «lograron nada». Sin duda, no lo habrían invitado como orador a ninguna conferencia de pastores ni habría escrito ningún artículo sobre crecimiento de la iglesia.
Sin embargo, cuando murió, a los 88 años de edad, sus feligreses colocaron una placa en la pared de su salón de reuniones, la cual se conserva hasta el día de hoy. Una parte dice: Pocos pastores fueron tan humildes; aun así, pocos fueron tan admirados; tras madurar para el cielo por la gracia divina, como fruto de otoño cayó; lector, no pienses en vivir tanto como él vivió, sino busca hacerlo imitando su bondad.
Me viene a la mente Primera Pedro 5:5-6: «Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo». El reverendo Isaac Hann «logró lo máximo» de la manera que realmente importa: con humildad ante Dios y una recompensa en el cielo. Nosotros también podemos hacerlo.