No sé en tu caso, pero yo tiendo a disfrutar cuando se me reconoce por haber hecho algo por otras personas. En realidad, no creo que sea el único al que le agradan las tarjetas y las palabras de agradecimiento.
No obstante, también sé que es importante decir algo sobre el tema del anonimato. Supongo que es una buena manera de dar, ya que Jesús le dio el visto bueno.
Por esta razón, quedé impresionado con un regalo que, de manera anónima, un día llegó a la puerta de entrada de nuestra casa. Habíamos salido de viaje y, cuando regresamos, encontramos varias macetas con plantas: cada una de ellas contenía un girasol en flor. Sabíamos por qué estaban allí: las habían dejado el día del cumpleaños de nuestra hija fallecida, Melissa, a quien le encantaban los girasoles. Alguien nos estaba diciendo: «Nos acordamos de Melissa». Al dar en forma anónima, estaban centrándose completamente en nuestra familia, no en sí mismos.
Imagina un mundo donde todos diéramos con generosidad y sin egoísmo. En Mateo 6, Jesús habló acerca de dar en secreto. Dijo: «Cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto» (vv. 3-4).
En realidad, no siempre se puede dar en forma anónima. De todos modos, nuestras dádivas deberían caracterizarse siempre por el mismo espíritu de humildad generosa y de caridad guiada por Dios.