Antes de mudarnos a otra casa en un nuevo vecindario, un domingo invitamos a comer a mi cuñada Sue y a su esposo Ted. Mientras nos saludábamos en la entrada de la casa, un ruido extraño les hizo dirigir la vista hacia la cocina. Tras seguir la mirada de ellos, quedé paralizada del horror. Una manguera desenganchada de nuestra antigua lavadora de platos se sacudía de un lado al otro como la trompa de un elefante enojado, ¡escupiendo agua por todas partes!
Sue se puso en acción de inmediato: dejó caer la cartera al piso, llegó a la cocina antes que yo y, mientras pedía toallas y un secador, cortó el agua. Pasamos los primeros quince minutos de su visita arrodillados secando el piso.
Sue es una hacedora, y este planeta es un lugar mejor gracias a los hacedores que hay en el mundo. Son personas que están siempre listas para ponerse a trabajar, para involucrarse e incluso, de ser necesario, para liderar.
Muchos de los hacedores del mundo son también hacedores de la Palabra. Son seguidores de Jesús que se han tomado a pecho el desafío de Santiago: «Sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores» (1:22).
¿Estás haciendo todo lo que sabes que Dios quiere que hagas? A medida que leas la Palabra de Dios, practica lo que has aprendido. Primero, oye; después, haz. La bendición de Dios surge como resultado de nuestra obediencia (v. 25).