Decimos que queremos ciertas cosas, pero, ¿en realidad deseamos lo que pedimos? Las metas que suenan fabulosas en lo abstracto (ser un gran jugador de fútbol, por ejemplo) son mucho más difíciles en lo concreto (años de arduo trabajo y sacrificio).
Una de esas metas es la unidad. Todos decimos que la queremos. Pero, ¿en realidad queremos hacer los sacrificios necesarios para lograr la unidad?
Claro, estar unidos suena lo suficientemente fácil, todos tomados de la mano en un círculo, queriéndonos sinceramente. Pero es mucho más que eso.
Primero, miremos el capítulo 10 de Juan. En el versículo 30, Jesucristo dijo: «El Padre y yo uno somos.» Eso no significa que Jesús y el Padre sean la misma persona. Tampoco significa que sean dos deidades diferentes que sencillamente trabajan juntas muy de cerca.
Significa que Jesús y su Padre son uno en esencia, iguales, y que están tan unidos que no podría haber disputas respecto a quién impone su criterio.
Suena bastante cerca. Ahora miremos a Juan 17:11. Allí, Jesús oró para que todos los creyentes pudieran tener la misma unidad: «Para que sean uno, así como nosotros.»
¡Eso sí que es unidad! Piénsalo. Para que tú y yo estemos tan cerca como Dios el Padre y su Hijo Jesucristo, ambos vamos a tener que ajustar nuestras actitudes. Tenemos que dejar de lado nuestras preferencias personales y nuestros egos y acordar aferrarnos solamente a aquellas cosas que avanzan la agenda de Dios.
¡Se trata de un poquito más que tomarnos de la mano y cantar! ¿Todavía quieres orar por eso, sabiendo lo que significa para ti?
Considerando lo débiles que pueden ser los seres humanos, podría parecer imposible lograr la unidad en nuestras iglesias. Pero no lo es, gracias al Espíritu Santo que puede proveer esa unidad.
Debemos someternos al Espíritu. Una vez lo hagamos, todos los milagros son posibles. Hasta podrías verme a mí cantando en un círculo. —JC
R E F L E X I Ó N
■ ¿Qué significa la verdadera unidad para mi iglesia o grupo de estudio bíblico?
■ ¿Qué voy a tener que dejar de lado para alcanzarla?
■ Padre, somos tus hijos. Haznos uno, como Tú y Jesús son uno. Ayúdame a negarme a mí mismo para poder hacer lo que sea necesario para lograr esa unidad.