Alguien me envió por correo electrónico esta comparación entre la prisión y el trabajo:
En prisión, pasas el tiempo en una celda de 2,5 x 3 metros. En el trabajo pasas el tiempo en un cubículo de 2 x 2,5 metros.
En prisión te dan tres comidas gratis. En el trabajo te dan un receso para comer una vez, y tienes que pagar la comida.
En prisión te dan tiempo libre por buena conducta. En el trabajo te recompensan la buena conducta con más trabajo.
En prisión un guardia te cierra y te abre las puertas. En el trabajo tienes que llevar contigo una tarjeta de seguridad y abrir las puertas tú mismo.
En prisión puedes mirar la TV y jugar juegos. En el trabajo te metes en problemas si miras la TV y juegas.
En prisión te permiten la visita de familiares y amigos. En el trabajo no se supone que pases tiempo hablando con familiares y amigos.
En prisión hay guardianes que a menudo son sádicos. En el trabajo les llaman gerentes.
¡No es cierto, es broma! Considerar el trabajo como si fuera «cumplir una sentencia» es asunto de actitud. Sé que probablemente estés pensando: Para ti es fácil decirlo. Tú trabajas con cristianos a quienes respetas. Tienes razón. Y es verdad que me encanta mi trabajo. Pero hay maneras de hacer que la mayoría de los trabajos sean gratificantes. De hecho, cuando estaba en la secundaria trabajaba en un restaurante de comida rápida y en realidad me gustaba.
Una actitud correcta mientras realizas tu trabajo podría significar sonreír y ser cortés con un cliente (por malo que haya sido tu día). Puede significar trabajar diligentemente como miembro de un equipo en una línea de ensamblaje (por muy aburrido que estés).
Tal vez seas el único cristiano en una oficina donde escuches muchas malas palabras y chistes indecentes. Eso hace que el trabajo sea desagradable, estás listo para dejarlo (o para patear a alguien). ¡Caramba! Tal vez Dios te tenga allí por alguna razón. Quizás sea tu callado testimonio a un compañero de trabajo. Tal vez alguien vea en ti el amor de Cristo por primera vez. Para ti, tu trabajo es tu campo misionero.
Esta semana, pídele a Dios que te dé una nueva perspectiva y que te ayude a darte cuenta de que no estás trabajando sólo para tu patrono. ¡Estás trabajando para Él! —CK
R E F L E X I Ó N
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