La reciente crisis financiera global ha hecho que la gente preste más atención a su informe crediticio. Cuando era fácil conseguir créditos, algunas personas comenzaron a usar el dinero de forma descuidada. No les importaba ahorrar para comprar lo que querían; simplemente, pedían prestado. No importaba mucho tener deudas. Pero, en una crisis, las cosas cambian por completo. De pronto, tener un buen crédito se torna sumamente importante.
Después de un anuncio de un servicio de reparación de crédito, un locutor local dijo: «La reparación de crédito no es algo que puedas comprar, sino que debes trabajar para conseguirla».
El mismo principio se aplica a la credibilidad en la vida. No la podemos comprar, sino que es algo para lo cual debemos trabajar. Quizá podamos «tomar prestada» temporalmente cierta credibilidad al asociarnos con personas confiables, pero, tarde o temprano, necesitaremos obtenerla de forma personal.
La credibilidad tiene que ver con la capacidad de generar confianza. Esto es esencial para los creyentes porque nuestras vidas influyen en la reputación del Señor (1 Pedro 2:12). Cuando nos autodenominamos cristianos, Su reputación se vincula con nosotros. Si la gente tiene motivos para no creer en nosotros, es probable que no crean en Dios.
La forma de ganar credibilidad es vivir de manera honorable. En consecuencia, los demás creerán en Dios y lo glorificarán.