Todos hemos oído hablar mucho de la difícil situacion de los desamparados. En mi mente, y probablemente en la tuya, están grabadas las imágenes de hombres y mujeres desaliñados que viven en casas de cartón o que deambulan por las calles. Es un problema grande que no tiene respuestas fáciles.
Varios estudiantes de arquitectura de una universidad importante decidieron hacer algo al respecto. Ellos creían que nadie debía vivir en las calles. Por eso diseñaron y construyeron una casita de madera que pudiera dar refugio temporal a unas cuantas personas.
¡Una idea fantástica!, ¿verdad? Y lo era, excepto por la complicada burocracia de la ciudad y las preocupaciones de orden práctico. Los planos no se conformaban a los códigos de viviendas de la ciudad, y si no se hacían cambios, las casas corrían el peligro de incendiarse.
Los estudiantes se frustraron, pero los funcionarios de la ciudad eran solidarios con su causa. Ellos también deseaban encontrar la manera de ayudar a unos 6.000 desamparados que había en su ciudad.
Al leer Deuteronomio 15 hoy puedes haber notado cómo lo ideal chocó con la realidad en la antigua Israel. Lo ideal era que nunca tuviera que haber pobres en la tierra (vv.4,5). Pero Dios conocía la amarga realidad de la vida en un mundo maldito por el pecado donde la gente pobre a menudo es víctima de la injusticia y de los tiempos difíciles. Por eso dijo: «Pues nunca faltarán pobres en medio de la tierra; por eso yo te mando: Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso en tu tierra» (v.11).
Esa cruda realidad nos deja preguntándonos: ¿qué podemos hacer? No podemos eliminar el problema, pero sí podemos marcar la diferencia: contribuyendo al fondo de benevolencia de la iglesia, organizando a estudiantes para que ayuden en los barrios pobres o en los refugios, o exhortando a los funcionarios de la ciudad a que provean asistencia. Pero sea lo que fuera que hagamos, no miremos al otro lado fingiendo que los pobres no existen. Con la ayuda de Dios, traduzcamos nuestro idealismo en un realismo responsable. —KD
R E F L E X I Ó N
■ ¿Cómo me siento cuando veo personas desamparadas? ¿Qué puedo hacer para ayudar?
■ ¿Por qué es tan importante para Dios que nos ocupemos de los pobres?