Cuando era niño, soñaba con convertirme en cinturón negro en karate. Hace varios años, comencé a entrenarme y estuve a punto de alcanzar esa meta. Sin embargo, a dos cinturones de distancia del objetivo, abandoné. Hubo dos razones: mi profesor cambió la metodología a mitad del proceso de entrenamiento, y yo empecé a estar tan ocupado que no podía dedicar el tiempo necesario para entrenarme.
Casi todas las semanas, me frustro al pensar que Dios quiere que sea un acabador en todos los aspectos de mi vida, pero, en especial, en el servicio para Él.
Cuando Pablo se refirió al final de su vida, no se sintió frustrado por no haber cumplido con algunas facetas de su ministerio. En esta última despedida (2 Timoteo 4:7), el apóstol empleó palabras sumamente ilustrativas para describir la manera de acabar su servicio para Cristo. Describió su vida y su ministerio comparándolos con una batalla: «He peleado la buena batalla». Esa batalla era buena porque había participado en ella a favor de Dios y del evangelio. Luego, como un paralelismo de su ministerio, utilizó la ilustración de una carrera: «He acabado la carrera, he guardado la fe». Pablo declaró que, por la gracia de Dios, había acabado todo lo que el Señor le había dado para hacer.
Como seguidores de Jesús, esforcémonos para ser acabadores, al perseverar en nuestro servicio para Cristo.