La complacencia por poco nos hunde. Nuestro barco de vela de 10 metros de largo no era, obviamente, el impresionante Titanic, pero casi corrimos la misma
suerte.
No, no estábamos navegando por el Atlántico Norte en medio de icebergs. Navegábamos por bahías rocosas y canales de aguas canadienses en el norte del lago Hurón.
El viaje a vela había ido muy bien. Todavía estábamos a flote (el principal objetivo), y arreglándonosla para llegar a donde queríamos ir.
En un momento determinado, nuestro barco estaba navegando por un canal a cierta distancia detrás de otros barcos que formaban parte de nuestra flota del grupo de jóvenes. Íbamos chachareando en nuestro barco, mirando hacia el frente de vez en cuando para cerciorarnos de que llevábamos el rumbo correcto.
Entonces, el barco que iba detrás de nosotros (que navegaba a motor) aceleró y se colocó paralelo a nosotros pero un poco alejado, al lado derecho. El capitán nos gritó y nos preguntó si estábamos siguiendo las cartas de navegación. Luego dijo que teníamos que dar la vuelta rápidamente en dirección suya. ¿Por qué? Nos dirigíamos a unas rocas sumergidas.
Sí, evitamos el desastre (al menos la vergüenza y algunos daños al barco). Y después de eso no fuimos tan informales con el timón.
Sé que a veces he sufrido de la misma clase de complacencia en mi vida espiritual. Cuando todo parece ir bien, tiendo a bajar la guardia y a ser un poquito más informal respecto a los peligros que podría tener por delante. Afortunadamente, los amigos, los pastores y la familia saben cómo mantenerme en curso recordándome a dónde se dirige mi vida.
Seguir la carta de navegación —la Palabra de Dios— nos ayuda a estar preparados y a evitar los problemas que les vienen a las personas que la Biblia llama necias (Proverbios 28:26).
Así que, para evitar esa sensación de hundimiento, la sensación de fracaso,
mantengámonos alertas y permanezcamos centrados en aquello hacia donde Dios quiere que vaya nuestra vida. De esa manera llegaremos sin hacernos daño por habernos encallado. —KD
R E F L E X I Ó N
■ ¿He estado «leyendo las cartas de navegación» y escudriñando fielmente la
Palabra de Dios para obtener la sabiduría que me mantendrá fuera de peligro?
■ ¿Cuándo me ha hecho la complacencia susceptible a la tentación en mi andar
espiritual? ¿Cuándo me han ayudado a estar preparado la vigilancia y la
dependencia de Cristo?