En Japón, es un gran honor que a uno lo seleccionen para el entrenamiento de sumo. Un adolescente que tenía muchas ganas de ser un luchador sumo tenía un
problema. Se había quedado corto… ¡literalmente! Con 1 metro 57 centímetros de estatura, le faltaban 15 centímetros para llegar a la altura mínima que requería el entrenamiento.
Por eso, el aspirante a sumo fue a ver a un cirujano plástico y le pidió que le implantara 15 centímetros de silicón en la cabeza para poder tener la estatura requerida. En el proceso, también terminó con una extraña apariencia, pero consideraba que valía la pena.
Algunas personas hacen hasta lo imposible para ser más altos. Sin embargo, una cosa que no funciona es preocuparse al respecto.
Lucas 12:25 se puede traducir de dos maneras, ambas cercanas en significado. Jesucristo recordó a sus discípulos que el afán no añade ni un codo a su altura, ni una hora a su vida. Para parafrasear, no deberíamos afanarnos por lo que no podemos controlar.
La preocupación es una emoción muy cruel. Tal como señaló Dietrich Bonhoeffer, la preocupación nos engaña, porque nos pone a pensar que la solución a nuestra preocupación está en las riquezas. Así, cuando obtenemos
incluso pocas riquezas, ¿qué sucede? ¡Estas consiguen que nos preocupemos aún más! La preocupación nunca desaparece.
Jesús dio un remedio mucho más sabio. Dijo que atesoráramos lo que Dios
atesora. Tenemos que aprender lo que Él considera valioso e invertir en esas cosas. Dentro de esa estrategia de inversión, como explicó Cristo en Lucas 12, debemos procurar dar antes que ganar. Eso se llevará nuestras preocupaciones.
Suena un poquito arriesgado, ¿verdad? Si nos preocupamos por tener lo suficiente y luego damos parte de ello, ¿no tendremos menos? Probablemente, pero también ejercitaremos la fe en obediencia y confiaremos en que Dios nos responderá. ¡Y lo hará!
¿Qué te preocupa estos días? ¿Está tu preocupación mejorando las cosas? ¿No?
Entonces, echa tu ansiedad sobre el Señor (1 Pedro 5:7). ¡Él nunca se queda corto! —JC
R E F L E X I Ó N
■ ¿Por qué situación me estoy preocupando más ahora mismo?
■ ¿De qué manera me puede ayudar a preocuparme menos el «buscar el reino de Dios»?
■ Señor, sé que tienes un control soberano y que mi preocupación sólo me
impide confiar en Ti. Ayúdame a descansar en tu fidelidad.