Un jugador de fútbol profesional, y nada menos que un jugador de defensa, hizo una anotación crucial y luego lo celebró golpeándose la cabeza contra una pared de concreto acolchada.
¿El resultado? Se perdió la segundad mitad del juego y terminó en el hospital para que le hicieran un chequeo médico.
Los médicos le tomaron radiografías de la cabeza pero no encontraron nada (no es cierto, era una broma). Le diagnosticaron una dislocación en el cuello.
El futbolista admitió: «Fue una estupidez de mi parte y pudo haberle costado al equipo.» El entrenador añadió: «Nunca pensé que tuviera que decirle a alguien que no se golpeara la cabeza contra la pared.»
No es mi intención criticar a este pobre hombre. Después de todo, yo también he hecho cosas estúpidas en mi vida que me han hecho daño físico. Al mirar atrás, ahora me río de la mayoría de ellas. Y estoy seguro de que tú tienes tus propias historias que contar.
Sin embargo, desafortunadamente están esas estupideces que más bien nos gustaría olvidar. Las palabras que decimos cuando estamos airados, la
tentación que debimos haber resistido, pero a la cual cedimos, el acto de compasión que dejamos de hacer, la apatía que hay en nuestra relación con Dios.
Estupideces… peor todavía: cosas pecaminosas y que nos causan derrota.
Por medio del profeta Isaías, el Señor habló palabras firmes pero llenas de amor a la rebelde nación de Israel. Les dijo que no estaban usando la cabeza de la manera correcta. En lugar de ello, se estaban haciendo daño a sí mismos. Dios les preguntó: «… ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma y todo corazón doliente» (1:5). Ellos no se daban cuenta de cuánto daño se estaban haciendo con su desobediencia.
Las buenas nuevas para Israel eran que Dios perdona (vv. 18,19). Y si nos volvemos de nuestro pecado y nos acercamos de nuevo a Dios, Él nos perdonará y nos dará un futuro brillante.
Entonces, usemos la cabeza… es decir, de la manera correcta. Así protegeremos
nuestra relación con el Señor. —KD
R E F L E X I Ó N
■ ¿Qué estupideces he cometido últimamente?
■ ¿Existen actitudes o acciones pecaminosas en mi vida que no haya estado
dispuesto a abandonar? ¿Por qué? ¿De qué manera me estoy haciendo daño a
mí mismo y a los demás?
■ ¿Cómo me siento cuando sé que estoy bien con Dios?