Durante la primavera pasada, la ventana de una de las habitaciones de nuestra casa se vio varias veces atacada por un petirrojo. El pájaro se posaba en la base de la ventana, sacudía las alas, chirriaba con fuerza y se lanzaba de cabeza contra el vidrio.
Hice algunas investigaciones y descubrí que los petirrojos son territoriales. Mientras anidan, alejan a todo petirrojo competidor. Al parecer, el pájaro se veía reflejado en nuestra ventana y pensaba que era otro petirrojo. La amenaza no era real, sino sólo una imaginación.
En el Antiguo Testamento, vemos una ocasión en que Jacob imaginó una amenaza que, en realidad, no era tal. Años antes, él le había robado a su hermano Esaú la bendición del padre de ambos. Ahora, después de muchos años de estar separados, se volverían a encontrar. Jacob pensó que Esaú lo lastimaría; entonces, le envió regalos anticipados como una ofrenda de paz. Después, cuando vio que Esaú se acercaba con 400 hombres, entró en pánico. Sin embargo, lo que Jacob pensó que era un grupo de ataque era, en realidad, un comité de bienvenida. «Esaú corrió a su encuentro y le abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó; y lloraron» (Génesis 33:4).
A veces, en las relaciones interpersonales, malinterpretamos una situación. Debemos pedirle al Señor que nos dé discernimiento para no perder un amigo por causa de una amenaza imaginaria.