El siguiente cartel estaba colgado en la pared de una clínica en el corazón del Santuario del Tigre de la India, en el Parque Nacional de Kanha.

Esta es la historia de cuatro personas que se llamaban Todo el Mundo, Alguien, Cualquiera y Nadie. Había un trabajo importante que hacer. Todo el Mundo estaba seguro de que Alguien lo haría. Cualquiera pudo haberlo hecho, pero
Nadie lo hizo. Alguien se enojó porque era un trabajo para Todo el Mundo. Todo el Mundo pensó que Cualquiera podía hacerlo, pero Nadie se dio cuenta de que no se haría. Resultó que Todo el Mundo culpó a Alguien, pero en realidad no se acusó a Nadie.

¿Qué dice la Biblia sobre el servicio? Bueno, en Romanos 12 leemos acerca de la gran variedad de dones espirituales que poseen los creyentes. Sin embargo
muchas veces, en vez de pensar en cómo podemos ejercer nuestro don o dones, pensamos que «alguien lo hará». Alguien que tenga más tiempo, mayor habilidad, más valor. Pero Dios ha planeado que cada uno de nosotros participe en su plan. Cuando no usamos nuestros dones dejamos un puesto vacante que se puede quedar vacante. Cuando todos hacemos aquello para lo que estamos equipados, el cuerpo de creyentes puede funcionar debidamente.
No descartes el valor de lo que una persona puede hacer. Tal vez puedas ayudar a rellenar boletines, a hacer galletitas para alguna recepción para misioneros, cantar en el coro, dar clases en la escuela dominical, conducir un estudio bíblico, visitar a alguien que ya no pueda ir a la iglesia u ofrecerte a lavarle la ropa a una mujer recién parida. Sé de un hombre que siempre está pendiente de dónde venden ropa usada barata para ayudar a una familia que tiene 11 hijos. Aunque cada uno de nosotros sirve de una manera diferente, estamos construyendo algo de valor para Dios: un cuerpo de creyentes fuerte que apoya y ama a los demás. Y es una manera de reciprocar a Dios por todo lo que ha hecho por nosotros.
Trabajo que hacer hay de sobra. Busca el lugar más adecuado para ti y descubre el gozo que viene de servir a Jesús. —CK
R E F L E X I Ó N
■ ¿Cuál es mi don espiritual? ¿Cómo lo estoy usando para beneficiar a otros?
■ ¿He preguntado a Dios cómo me quiere usar? ¿Estoy dispuesto a ser usado de
una manera diferente, como nunca antes me he atrevido a servir?