Cristianos superestrellas. Parecen estar dondequiera. Atletas estrellas que hablan de su fe después de ganar el gran partido. Cantantes de mucho éxito que ganan todos los primeros lugares de las premiaciones ostentosas. Escritores de best-séllers cuyos libros han convertido sus nombres en palabras comunes.
Esos son los cristianos que consideramos superestrellas. Los admiramos porque han captado nuestra atención con sus talentos y han tenido éxito.
En menor escala, podemos empezar a ver fácilmente a otros creyentes de nuestros propios círculos y pensar que tienen un toque especial de Dios. Tal vez consiguen empleos fantásticos justo después de graduarse de la universidad, o incluso durante las vacaciones de verano. O quizás no sufran de problemas de salud ni se les estropee el auto. Obtienen las posiciones principales en la
comunidad cristiana.
Todas estas personas parecen tener más cosas buenas de las que jactarse de lo que podríamos siquiera soñar con tener. Es fácil igualar la bendición de Dios con las personas a quienes Dios ha dado grandes dones y mucho éxito.
Pablo, por otro lado, dijo que se jactaba de algo completamente distinto. Él se jactaba de algo de lo que la mayoría de nosotros saldría huyendo, gritando a todo pulmón. No obstante, su ejemplo nos muestra cuál es en verdad nuestra tarea en la vida: servir a Jesús de tal manera que podamos terminar sufriendo.
Él dijo: «Puesto que muchos se glorían según la carne, también yo me gloriaré» (2 Corintios 11:18). Varios versículos después nos dijo de qué se gloriaba: «¿Son ministros de Cristo? (Como si estuviera loco hablo.) Yo más; en trabajos, más abundante; en azotes, sin número; en cárceles, más; en peligros de muerte, muchas veces» (v.23).
Después de mencionar más cosas (hambre, sed, frío, desnudez, falta de sueño) dijo: «Si es necesario gloriarse, me gloriaré en lo que es de mi debilidad» (v.30). ¡Esa es una declaración muy extraña para nosotros! Nosotros nos esforzamos por ser fuertes y machos. Pero Pablo dijo que la clave es exactamente lo contrario. Posteriormente afirmó que Dios le recordó: «Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad» (12:9).
¿Buscamos de verdad el poder de Dios en nuestras vidas? Entonces no temamos
ser débiles, para que Él pueda demostrar que es fuerte. —DB
R E F L E X I Ó N
■ ¿Es malo tener éxito a los ojos del mundo? Si no lo es, ¿qué criterio debe
caracterizar a los que quieren tener éxito a los ojos de Dios también?