El videojuego La leyenda de Zelda: Ocarina del tiempo ha vendido más de siete millones de copias en el mundo. También popularizó la ocarina: un instrumento musical pequeño y con forma de papa, hecho de cerámica.
La ocarina no se parece mucho a un instrumento. Sin embargo, cuando se la toca —soplando en la boquilla y tapando algunos agujeros—, produce un sonido de sorprendente serenidad y conmovedora esperanza.
El que la fabricó tomó un bollo de barro y lo transformó en un maravilloso instrumento musical. Veo una imagen de Dios y nosotros aquí. Isaías 64:6, 8 nos dice: «Si bien todos nosotros somos como suciedad, […] Señor, tú eres nuestro padre; nosotros barro, y tú el que nos formaste». El profeta estaba diciendo: Señor, somos pecadores. Transfórmanos en instrumentos hermosos para ti.
¡Esto es exactamente lo que Dios hace! Envió a su Hijo Jesús a morir por nuestro pecado, y ahora nos está formando y transformando a medida que caminamos al compás de su Espíritu cada día. Así como el aliento del que fabrica la ocarina fluye por el instrumento para producir una hermosa melodía, Dios obra a través de nosotros, sus instrumentos modelados, para cumplir su hermosa voluntad: ser cada vez más parecidos a Jesús (Romanos 8:29).