Un majestuoso girasol se erguía solitario junto a un tramo de autopista nacional. Cuando pasé con el auto, me pregunté cómo habría crecido allí sin ningún otro girasol a la vista. Solo Dios podría crear una planta tan robusta que prosperara tan cerca de la carretera, en medio de tanta grava gris. Allí estaba, exultante, meciéndose suavemente en la brisa y saludando a los viajantes que pasaban apurados.
El Antiguo Testamento cuenta la historia de un rey fiel de Judá que también apareció de forma inesperada. Su padre y su abuelo habían servido a otros dioses; pero después de estar al mando durante ocho años, Josías «siendo aún muchacho, comenzó a buscar al Dios de David su padre» (2 Crónicas 34:3). Envió a sus obreros a «que reparasen la casa del Señor» (v. 8), y cuando lo hicieron, descubrieron el libro de la ley. Entonces, Dios inspiró a Josías a guiar a toda la nación de Judá a volver a la fe de sus ancestros, y sirvieron al Señor «todo el tiempo que [Josías] vivió» (v. 33).
Nuestro Dios es el Maestro de las misericordias imprevistas. Puede hacer que un gran bien brote de forma inesperada de la grava dura de las circunstancias más desfavorables de la vida. Míralo con atención. Quizá vuelva a hacerlo hoy.