Lara y David querían desesperadamente tener un bebé, pero el médico les dijo que no podían. Ella le confesó a una amiga: «Estoy teniendo conversaciones muy sinceras con Dios». Pero después de una de esas «charlas» con Dios, la pareja habló con su pastor, quien les habló sobre el ministerio de adopción de la iglesia. Al año siguiente, fueron bendecidos con un bebé adoptivo.
En Génesis 15, la Biblia habla de otra conversación sincera: entre Dios y Abram. Dios le dijo: «No temas, Abram; yo soy […] tu galardón sobremanera grande» (v. 1 rva). Pero Abram, desconfiando de las promesas de Dios, respondió francamente: «Señor, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo?» (v. 2).
Anteriormente, Dios le había prometido: «haré tu descendencia como el polvo de la tierra» (13:16). Ahora, en un momento muy humano de Abram, se lo recordó a Dios. Pero observa lo que Él le respondió: «cuenta las estrellas, si las puedes contar» (15:5), indicándole que sus descendientes serían incontables.
¡Qué bueno es Dios, no solo al permitir una oración tan sincera sino también al tranquilizar amablemente a Abram! Luego, Dios le cambiaría su nombre por Abraham: «padre de multitudes». Tú y yo también podemos abrir nuestro corazón ante Él y confiar en que hará lo mejor para nosotros y los demás.