Josef Gabor se crió en Checoslovaquia cuando los rusos estaban en el poder. En la escuela le enseñaron comunismo y también escuchaba la propaganda
comunista en la radio. Su padre enseñaba doctrina comunista.
Pero Josef escuchó el evangelio de Jesucristo de su piadosa madre, y lo creyó. Progresó rápidamente como seguidor de Cristo aprendiendo todo lo que podía y desarrollando una ardiente pasión por la salvación de sus compatriotas. De joven, ya estaba listo para dar su vida en servicio a Cristo.
De alguna manera Josef se enteró de una conferencia de capacitación cristiana que iba a celebrarse en Yugoslavia, y solicitó permiso a las autoridades
comunistas para visitar ese país. Después de esperar mucho y de ser rechazado muchas veces, finalmente le dieron permiso para ir. En todas las páginas de su
pasaporte había impreso este mensaje:
NO SE LE PUEDE OTORGAR PERMISO
PARA ENTRAR EN NINGÚN OTRO PAÍS
POR ORDEN DE LA POLICÍA SECRETA.
Gabor no podía ir a ningún otro sitio que no fuera Yugoslavia.
Mientras estaba en Yugoslavia, Josef expresó su deseo de aprender aun más antes de regresar a Checoslovaquia, su país natal, como misionero. Tres jóvenes suecas que también asistían a la conferencia ofrecieron ayudarlo llevándolo a Suecia de contrabando para capacitarse.
Josef oró fervientemente y sintió que Dios lo guiaba a hacerlo. Sus amigos lo
escondieron en su van y se fueron a la frontera. Cuando llegaron, los guardias estaban registrando los autos que iban delante de ellos. Pero cuando la van se acercó, los guardias sonrieron, los saludaron dejándolos pasar, y detuvieron el auto que venía detrás. ¡Josef estaba libre!
Después de un año de adiestramiento, Josef fue introducido de nuevo en
Checoslovaquia y, a las 2 semanas, estaba haciendo obra misionera. Hoy usa la radio para ministrar a su pueblo.
El mismo Dios que guió a Josef Gabor y a aquellas valientes estudiantes suecas
(una de ellas es hoy la esposa de Josef), también te va a guiar a ti. Si te ha llamado a una tarea difícil, hazla con el valor que da Dios. —DE
R E F L E X I Ó N
■ ¿Cuánto valor tengo como seguidor de Cristo? ¿Voy adonde Él me guía?
¿Hablo cuando me da la oportunidad?
■ ¿Cuál creo que es el desafío más difícil en mi vida? ¿Lo acepto?