¿Conociste a «Melissa»? Esa era una visitante mala. No me refiero a una joven; Melissa era un virus de computadora que perturbó las redes de correo electrónico en la primavera de 1999. Si usas el programa Microsoft Outlook para tu correo electrónico, eras un blanco en potencia.
«Melissa» se trasmitía en forma de mensaje. La línea del asunto decía: «Mensaje importante de», seguido del nombre de un amigo. Si abrías el mensaje, el virus enviaba automáticamente el mismo mensaje a los primeros 50 nombres que había en tu libro de direcciones de Outlook. (Así era como se recibía el mensaje por primera vez; tu amigo antes mencionado abrió el mismo mensaje y —¡toma!— se propagó.)
Interesante, ¿no?, que el daño no se limitara a la computadora que recibía el virus. Una vez infectaba tu computadora, 50 amigos tuyos quedaban atrapados
también. En ese sentido, el impacto de Melissa se parecía a la manera como el pecado afecta a un cuerpo de creyentes.
En Deuteronomio 29, Moisés estaba tratando de advertir al pueblo de Israel que no pecara. Se estaban preparando para entrar en la tierra que Dios les había
prometido, pero todavía mostraban falta de discernimiento espiritual. Moisés los estaba alertando de los peligros de la obediencia casual. El pecado iba a traer destrucción, ya fuera por medio de una acción directa de Dios o por las
consecuencias naturales de la conducta pecaminosa. Puede afectar a nuestros amigos y familiares tanto como a nosotros mismos.
Cuando el pecado trata de entrar en nuestras vidas en forma de tentación,
debemos tratarlo como a un mensaje de «Melissa» en el correo electrónico:
apretando inmediatamente el botón de borrar. Si damos entrada a la tentación y pensamos mucho en ello, coqueteamos con el peligro.
Con el pecado no se juega. Dios, en su gracia, ofrece perdón. Nuestro problema
comienza cuando planificamos el perdón incluso antes de cometer el pecado.
Yo uso Microsoft Outlook para el correo electrónico de mi oficina, pero nunca
recibí el virus Melissa. No lo hubiera mirado siquiera dos veces antes de borrarlo. Ojalá pudiera ser tan automático con la tentación. —JC
R E F L E X I Ó N
■ ¿Con qué tipo de tentación lucho más?
■ ¿Cómo puedo cambiar mi actitud hacia la tentación de manera que busque la
ayuda de Dios antes de pecar y no después?