Esteban fue campeón estatal de carreras en la escuela, y asistió a una prestigiosa universidad con una beca académica completa. Ahora vive en una de las ciudades más grandes de Estados Unidos y, en el campo de la ingeniería química, es sumamente respetado. Pero si le preguntaras cuál es su mayor logro, no mencionaría ninguna de estas cosas. Te contaría sobre sus viajes regulares a Nicaragua para ver cómo están los niños y los maestros del programa de tutoría que él ayudó a establecer en una de las zonas más pobres del país. Además, te diría cuánto ha enriquecido su vida este servicio.
«Uno de estos […] más pequeños». Esta frase de Jesús puede aplicarse a aquellos que, según los estándares del mundo, tienen poco o nada para ofrecernos a cambio de nuestros servicios; los hombres, las mujeres y los niños que el mundo suele pasar por alto… u olvidar por completo. Sin embargo, Jesús eleva exactamente a estas personas a una condición preciosa, al decir: «en cuanto lo hicisteis a [ellos], a mí lo hicisteis» (Mateo 25:40). No hace falta que tengas un título de alguna universidad prestigiosa para entender lo que Cristo quiso decir; servir al «más pequeño» es lo mismo que servirlo a Él. Lo único que hace falta es un corazón dispuesto.