El 28 de enero de 1986, el transbordador espacial Challenger se desintegró 73 segundos después de despegar. En un discurso de consuelo a la nación, el presidente Reagan citó el poema «Alto vuelo», sobre «la inviolable santidad del espacio», y la sensación de extender la mano y tocar «el rostro de Dios».
Aunque no podemos tocar realmente el rostro de Dios, a veces encontramos un atardecer deslumbrante o un lugar de meditación en la naturaleza que nos da una sensación abrumadora de su cercanía. Algunos llaman a estos momentos «lugares de poder». La barrera que separa el cielo de la tierra parece hacerse más fina. Dios se siente un poco más cerca.
Los israelitas tal vez experimentaron un «lugar de poder» cuando percibieron la cercanía de Dios en el desierto. Dios les proveyó una columna de nube de día y una de fuego por la noche, para guiarlos (Éxodo 40:34-38). Cuando estaban en el campamento, «la gloria del Señor […] llenaba [el tabernáculo]» (v. 35) y sabían que Dios estaba con ellos.
Cuando disfrutamos de la belleza increíble de la creación de Dios, tomamos más conciencia de su presencia. A medida que hablamos con Él en oración, lo escuchamos y leemos la Escritura, podemos disfrutar de su comunión en cualquier momento y lugar.