Una mañana, un tiempo de oración en familia terminó con un anuncio sorprendente. En cuanto Papá dijo: «Amén», Kaitlyn, de cinco años, proclamó: «Y yo oré por Logan, porque tenía los ojos abiertos mientras orábamos».
Estoy bastante seguro de que orar por el protocolo de oración de tu hermano de diez años no es lo que quería decir la Escritura cuando nos invita a interceder por otros, pero al menos, Kaitlyn entendía que se puede orar por los demás.
El maestro bíblico Oswald Chambers enfatizó la importancia de orar por otros: «interceder es colocarte en el lugar de Dios; tener su mente y perspectiva». Es orar a la luz de lo que sabemos sobre Él y su amor por nosotros.
Encontramos un gran ejemplo de oración intercesora en Daniel 9. Al darse cuenta de que los 70 años de cautiverio en Babilonia profetizados por Jeremías (Jeremías 25:11-12) estaban por cumplirse, Daniel se puso en modo oración: mencionó los mandamientos de Dios (Daniel 9:4-6), se humilló (v. 8), honró el carácter de Dios (v. 9), confesó el pecado (v. 15) y descansó en la misericordia de Dios al orar por su pueblo (v. 18). Y Dios le respondió de inmediato (v. 21).
No todas las oraciones terminan con una respuesta tan dramática, pero confiemos en que podemos acudir a Dios a favor de otros.