Cuanto más cerca está alguien de una familia real al trono, más oye el público sobre esa persona. La familia real británica tiene una línea de sucesión de casi 60 integrantes. Uno de ellos es Lord Frederick Windsor, el número 49.° en la línea al trono. En lugar de estar en el centro de atención, sigue su vida tranquilamente. Aunque trabaja como analista financiero, no se lo considera «trabajador de la realeza»; uno de los miembros importantes de la familia a quien se le paga por representarla.
Natán, hijo de David (2 Samuel 5:14), es otro de la realeza que no tuvo protagonismo. Se sabe muy poco de él. Pero mientras que la genealogía de Jesús en Mateo menciona a Salomón —trazando el linaje de José; Mateo 1:6—, la de Lucas —que muchos eruditos consideran la línea familiar de María— menciona a Natán (Lucas 3:31). Aunque Natán no empuñaba un cetro, tuvo un papel en el reino eterno de Dios.
Como creyentes en Cristo, nosotros también somos realeza. El apóstol Juan escribió que Dios nos dio «la potestad de ser hechos hijos de Dios» (Juan 1:12). Aunque no estemos en el candelero, ¡somos hijos del Rey! Dios nos considera lo suficientemente importantes como para representarlo aquí en la tierra; y un día, reinaremos con Él (2 Timoteo 2:11-13). Como Natán, tenemos un papel en el reino de Dios.