Un nuevo creyente en Jesús estaba desesperado por leer la Biblia, pero había perdido la vista y ambas manos en una explosión. Cuando escuchó que una mujer leía Braille con los labios, intentó hacer lo mismo… pero lamentablemente, descubrió que sus labios también habían quedado insensibilizados. Al tiempo, ¡se alegró muchísimo cuando se dio cuenta de que podía sentir los caracteres con la lengua! Había encontrado una manera de leer y disfrutar de las Escrituras.
Gozo y alegría fue lo que experimentó el profeta Jeremías al recibir las palabras de Dios: «Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón» (Jeremías 15:16). A diferencia de otras personas de Judá que despreciaban esas palabras (8:9), el profeta fue obediente y se regocijó en ellas. No obstante, esto también lo llevó a ser rechazado por su propio pueblo y perseguido injustamente (15:17).
Quizá algunos hayamos experimentado algo similar. Leímos la Biblia con alegría, pero obedecer a Dios nos generó sufrimiento y rechazo de parte de otros. Como Jeremías, podemos presentar a Dios nuestra confusión, y repetir la promesa que Él le hizo cuando lo llamó para ser profeta: «yo estoy contigo» (vv. 19-21; ver 1:18-19).