Dos hombres dejaron sus carreras para ir adonde Dios los había llamado. James O. Fraser decidió no ser concertista de piano en Inglaterra, para servir al pueblo lisu en china; mientras que Judson Van DeVenter prefirió convertirse en evangelista en lugar de lograr un título en artes. Tiempo después, escribió el himno «Consagrarme todo entero».
Si bien una vocación es el llamado perfecto para muchos, estos hombres estaban seguros de que Dios los llamaba a renunciar a una carrera por otra. Tal vez los inspiró el consejo de Jesús al joven rico, de dejar sus posesiones para seguirlo (Marcos 10:17-25). Al presenciar la conversación, Pedro exclamó: «nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido» (v. 28). Jesús le aseguró que daría «cien veces más ahora en este tiempo» y vida eterna a los que lo siguieran (v. 30). Y lo haría conforme a su sabiduría: «muchos primeros serán postreros, y los postreros, primeros» (v. 31).
Sin importar dónde nos haya colocado Dios, somos llamados a consagrar nuestra vida a Cristo diariamente, obedecer su llamado a seguirlo y servirle con nuestros talentos y recursos. Nosotros también podemos consagrarnos a Él.