Escrito por Daniel Ryan Day, EE. UU.
Tomado y traducido de YMI (ymi.today)
Daniel está casado con su novia de la escuela secundaria y tiene tres hijos. Es el autor de -What’s Next: Your Dream Job, God’s Call y a Life That Sets You Free, y podcaster de Nuestro Pan Diario. Tiene una maestría del Seminario Teológico Fuller y es ministro ordenado.
He tratado de tomarlo con calma durante algunos meses. Incluso hice algunos chistes y protagonicé un video corto burlándome de la histeria colectiva del Coronavirus. Pero luego, la NBA suspendió su temporada. El presidente de Estados Unidos dio un discurso especial y comenzaron a circular rumores sobre el cierre de mi empresa durante algunas semanas. Recibí un correo electrónico de una aerolínea que no he usado en años, informándome que habían cancelado los vuelos. Las universidades más importantes anunciaron el cambio a clases online. Ahora hay una prohibición de viajar y no puedo volar a muchos de los países del mundo (no es que quiera hacerlo).
Anoche, el pánico aumentó a un nuevo nivel cuando el gobernador ordenó que todas las escuelas primarias cerraran durante tres semanas completas. Esta mañana, me desperté con los primeros tres casos confirmados aquí en mi propia ciudad.
Esta mañana, me desperté con los primeros tres casos confirmados aquí en mi propia ciudad.
Todas estas advertencias y alarmas me están alcanzando. Me duele la cabeza, lo que para mí es un indicador temprano de estrés. En mi cerebro se precipitan los»¿qué pasaría si?». Ahora, puedo decir con 100% de confianza que…
¡Tengo miedo y ni siquiera se por qué!
¿Será por que mis hijos se enfermen? ¿O quizás yo? ¿O porque mi trabajo va a quedar en espera? ¿O porque no podré mirar la NBA (que de todas formas tampoco la miro)? ¿O es simplemente porque estoy empezando a sentir la misma preocupación, ansiedad y miedo que las personas alrededor del mundo vienen sintiendo desde enero? ¿O quizás todo eso al mismo tiempo?
Sé que soy relativamente joven, pero nunca he visto nada parecido a esto. Miles de millones de dólares perdidos. Gobiernos que prohíben reuniones de más de 100 personas. Las industrias más importantes en pausa. Una “pandemia” oficial desde la Organización Mundial de la Salud. Y la realidad de que todo el mundo que conozco (incluyéndome a mi) no puede dejar de hablar de esto. Está frente a mí, a ti y a todo el resto las 24 horas de los 7 días de la semana.
Entonces, creo que tu también tienes miedo. O quizás solo estás “preocupado”.
¿Y ahora qué?
Quizás es tiempo de tomarnos un minuto. De respirar profundo. Desacelerarnos y volver a centrarnos prestando atención a una bien conocida página de nuestras Biblias:
No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. (Filipenses 4:6-7).
Si soy sincero, no he estado orando; definitivamente no la misma cantidad de tiempo que veo o leo noticias. He pasado más tiempo siguiendo titulares que hablando con Dios acerca del Coronavirus. He pasado mucho tiempo hablando con amigos, leyendo correos, y mirando videos.
Pero a medida que aumenta el dolor de cabeza, es hora de orar más y hablar menos.
¿Me acompañarías en un intento de poner en práctica la sabiduría? Aquí tenemos algunos pasos que podemos dar juntos…
Primer paso: Ora y habla con Dios sobre el Coronavirus.
Podemos decirle que tenemos miedo y no sabemos por qué. Podemos hacer una lista de todas las cosas malas que pensamos que pueden pasar, y pedirle que examine nuestros corazones para ver por qué nos sentimos taninquietos. En lugar de almacenar suministros o de compartir más artículos en las redes sociales, podemos hacer una pausa en oración, tomándonos el tiempo para acercarnos a nuestro refugio.
Segundo paso: Ofrecer acción de gracias.
Filipenses no dice solamente que hablemos con Dios sobre nuestras preocupaciones, sino que hablemos de nuestras preocupaciones con acción de gracias. Podemos mirar hacia atrás en el día, la semana, el mes, el año o toda nuestra vida, y alabar a Dios con gratitud por todo lo que Él ha hecho hasta este punto. La acción de gracias nos fuerza a considerar la línea de tiempo de la fidelidad de Dios, lo cual nos da la confianza para pensar en lo que nos depara el futuro.
Tercer paso: Lee los salmos.
Todos ellos. O al menos unos cuantos. El Salmo 27 sería un buen lugar para comenzar. Y rastrea cuántas veces el poeta está lidiando con cosas que están fuera de su control. Alerta de spoiler: ¡hay muchas! Presta atención a cuántas veces el poeta alaba a Dios por presentarse y ayudarlo.
Cuarto paso: Busca maneras de servir a los demás.
¿Recuerdas cómo Jesús tocó a un leproso? Los seguidores de Cristo a lo largo de la historia a menudo han mostrado este mismo tipo de amor y cuidado, y el Coronavirus es otra oportunidad para hacer precisamente eso.
Tal vez comiences visitando a un amigo y animándolo a confiar en Dios. Si conoces a alguien en riesgo, o en un área de alto riesgo, comunícate y ve cómo se mantiene. Si conoces a alguien que podría ser más vulnerable, piensa en formas en que podrías ayudarlo a protegerlo comprando alimentos o preparando comidas para el congelador así no tiene que salir de su casa (solo asegúrate de no tener el virus primero). Y lo más importante, pregúntale a Dios qué quiere que hagas, y luego sigue adonde te lleva.
La paz de Dios es lo suficientemente poderosa para movernos de un lugar de preocupación a un lugar de confianza. No significa que no experimentaremos miedo, pero nuestro miedo finalmente nos pondrá en el contexto correcto, como algo que nos acerca más a un Dios que nos ama.
Publicado originalmente por YMI en inglés. Traducido y republicado con permiso.