«¡Viví con mi madre tantos años que ella se mudó!». Estas fueron las palabras de KC, cuya vida antes de conocer a Cristo y recobrar su sobriedad era desagradable. Con sinceridad, admite haber robado —incluso a sus seres queridos— para sostener su adicción a las drogas. Esa vida ya pasó; y ahora, la repasa señalando los años, meses y días que ha estado limpio. Cuando nos sentamos para estudiar la Palabra de Dios juntos, veo a un hombre cambiado.
Marcos 5:15 habla de un individuo anteriormente endemoniado, quien también fue transformado. Antes de sanarse, las palabras que lo describían eran indefenso, desesperado y desamparado (vv. 3-5). Pero todo cambió cuando Jesús lo liberó (v. 13). Aquella misma confusión interna que él expresaba exteriormente se parece a la de muchos hoy. Personas que sufren viven en edificios, automóviles y otros lugares abandonados; y aun hay quienes tienen sus casas pero están emocionalmente solos. Cadenas invisibles sujetan corazones y mentes al punto de que se distancian de los demás.
En Cristo, tenemos a Aquel a quien podemos confiarle nuestras angustias, y la vergüenza del pasado y del presente. Y como en el caso del endemoniado y de KC, el Señor aguarda con sus brazos misericordiosos y abiertos a todos los que hoy corran hacia Él.