Carla había llamado… le había enviado un mensaje. Ahora, estaba a la puerta de la casa de su hermano, sin lograr que le contestara. Deprimido y luchando con una adicción, se había aislado. En un intento desesperado de acercarse a él,
Carla había reunido varias de sus comidas favoritas, acompañándolas con versículos bíblicos alentadores, y bajó la bolsa por encima de la cerca. Pero cuando la soltó, esta se enganchó en una espina, se rompió y el contenido cayó entre la hierba. Su regalo bienintencionado y lleno de amor se desparramó; al parecer, malgastado.
¿Notaría acaso su hermano el regalo? ¿Cumpliría la misión que ella esperaba alcanzar? Solo podía esperar y orar mientras aguardaba que él se curara.
Dios amó de tal manera al mundo que hizo descender a su Hijo por encima de la pared del pecado, para traernos regalos de amor y sanidad a nuestro mundo quebrantado (Juan 3:16). En Isaías 53:5, el profeta predijo el costo de ese acto de amor: ese Hijo sería «herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados». Sus heridas producirían la sanidad definitiva al tomar Él «el pecado de todos nosotros» (v. 6).
El regalo de Dios en Jesús llega hasta hoy con perfecto poder y perspectiva. ¿Qué significa su regalo para ti?