«Los niños deberían poder arrojar una semilla donde quieran [en el jardín] y ver qué sale», sugiere Rebecca Lemos-Otero, fundadora de City Blossoms. Aunque no es una pauta sobre jardinería, refleja la realidad de que cada semilla tiene potencial de producir vida. Desde 2004, esta organización ha hecho jardines en escuelas y zonas de bajos recursos. Mediante la jardinería, los niños aprenden sobre nutrición y desarrollan habilidades para trabajar. Rebecca dice: «Tener un espacio verde lleno de vida en una zona urbana […] permite que los niños estén afuera haciendo algo productivo y hermoso».
Jesús relató una historia sobre esparcir una semilla que tenía el potencial de producir «a ciento por uno» (Lucas 8:8). Esa semilla era la buena noticia de Dios plantada en «buena tierra»; es decir, en «los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia» (v. 15).
Jesús señaló que la única forma de ser fructíferos es manteniéndonos conectados a Él (Juan 15:4). Al aprender de Cristo y aferrarnos a Él, el Espíritu produce en nosotros el fruto de «amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre [y] templanza» (Gálatas 5:22-23). Mediante este fruto en nosotros, puede transformar a otros y volverlos fructíferos también.