A Catalina le asignaron la tarea escolar de escribir un ensayo titulado «Mi mundo perfecto». Escribió: «En mi mundo perfecto, […] el helado es gratis, los dulces están por todas partes, y el cielo está azul todo el tiempo y con unas pocas nubes de formas interesantes». Luego, su ensayo se volvió más serio. Continuó diciendo que, en ese mundo: «Nadie regresará a casa con malas noticias. Y nadie tendrá que estar encargado de darlas».
Nadie regresará a casa con malas noticias. ¿No es maravilloso? Esas palabras apuntan con toda firmeza hacia la confiada esperanza que tenemos en Jesús. Él hará «nuevas todas las cosas», al sanar y transformar nuestro mundo (Apocalipsis 21:5).
El paraíso es el lugar del «no habrá más»: ¡no más maldad, no más muerte, no más lamentos, no más dolor, no más lágrimas (v. 4)! Es el lugar de la comunión perfecta con Dios, quien, en su amor, ha redimido y reclamado a los creyentes como posesión suya (v. 3). ¡Qué gozo maravilloso nos aguarda!
Podemos disfrutar aquí y ahora de un anticipo de esa realidad perfecta. Al buscar la comunión con Él todos los días, experimentamos el gozo de su presencia (Colosenses 1:12-13). Incluso, al luchar con el pecado, hacemos nuestra la victoria de Cristo (2:13-15), Aquel que venció el pecado y la muerte por completo.