Estoy acercándome rápidamente a una nueva temporada: el «invierno» de la tercera edad; pero todavía no he llegado. Aunque los años pasan volando y, a veces, me gustaría frenarlos, tengo un gozo que me sostiene. Cada día es una nueva jornada que el Señor me da. Con el salmista, puedo decir: «Bueno es alabarte, oh Señor […]; anunciar por la mañana tu misericordia, y tu fidelidad cada noche» (Salmo 92:1-2).

Aunque tengo luchas en mi vida, y el dolor y las dificultades de otras personas a veces me abruman, Dios permite que me una al salmista, gozándome «en las obras de [sus] manos» (v. 4). Gozo por las bendiciones recibidas: familia, amigos y trabajo que satisface. Gozo por la maravillosa creación de Dios y por su Palabra inspirada. Gozo porque Jesús nos amó tanto que murió por nuestros pecados. Y gozo porque nos dio su Espíritu, la fuente del gozo verdadero (Romanos 15:13). El Señor es la razón de que todo creyente «florecerá como la palmera» y «aun en la vejez [fructificará]» (Salmo 92:12, 14).

¿Qué fruto es ese? Independientemente de las circunstancias o las etapas de la vida, podemos ser ejemplos de su amor con la vida que llevamos y las palabras que decimos. Hay gozo en conocer al Señor, en vivir para Él y en testificar a otros de su Persona.