Después de que mi esposa y yo visitamos el Louvre en París, llamé por teléfono a nuestra nieta Addie. Cuando le conté que había visto el famoso cuadro de da Vinci, la Mona Lisa, Addie preguntó: «¿Está sonriendo?».
¿Acaso no es esta la gran pregunta que rodea esa pintura? Más de 600 años después de que Leonardo la pintara, todavía no sabemos si la señora estaba sonriendo o no.
La «sonrisa» es parte de lo intrigante de la pintura. Pero ¿cuál es la importancia de esto? ¿Acaso la Biblia habla de sonreír? En realidad, la palabra aparece menos de cinco veces en la Escritura, y nunca como algo que se nos manda hacer. Sin embargo, la Biblia sí sugiere que tengamos una actitud que nos lleva a sonreír, y se usa la palabra alegría. Casi 250 veces leemos sobre esta idea: «Mi corazón se llena de alegría», dice David al pensar en el Señor (Salmo 28:7 NTV). Debemos «[cantar] de alegría al Señor» (33:1 NTV); los testimonios de Dios son «el gozo de [nuestro] corazón» (119:111); y estamos «alegres» porque «grandes cosas ha hecho el Señor con nosotros» (126:3).
Sin duda, la alegría que Dios nos da a través de todo lo que ha hecho por nosotros puede dibujarnos una sonrisa en el rostro.