Mientras un grupo de adolescentes visitaba un hogar de ancianos, una joven observó a un hombre solitario en un rincón. No le quedaba mucho en este mundo más que una cama, de la cual no podía levantarse debido a su incapacidad física.
La joven empezó a hablarle del amor de Dios y a leerle algunos pasajes bíblicos. «Mientras le hablaba —contó—, empecé a sentir su ansia de escuchar más». En respuesta a su interés, ella le explicó la maravilla de la muerte de Jesús por nosotros. «A este hombre, que no tenía esperanza ni familia —recordó la joven—, le costaba entender que Alguien a quien nunca había conocido lo amara tanto como para morir por sus pecados».
Ella le habló más de Jesús y la promesa del cielo (que incluye un cuerpo nuevo) para todo el que cree. El hombre le preguntó: «¿Bailarás conmigo allá?». La joven pudo ver cómo empezaba a imaginarse libre de su cuerpo agotado y sus limitaciones paralizantes.
Cuando dijo que quería confiar en Jesús como Salvador, ella lo ayudó a orar. Luego, le preguntó si podía tomarse una foto con él, y él respondió: «Si me ayudas a sentarme. Soy un hombre nuevo».
¡Alabado sea Dios por el evangelio transformador y esperanzador de Jesucristo, que está al alcance de todos! (Colosenses 1:5, 23).