Ha sido un invierno largo y frío, y estoy ansioso de que llegue el calor. Estoy cansado de ver árboles pelados, y hojas marrones y marchitas cubriendo el suelo. Ansío vislumbrar flores silvestres que asomen entre las hojas secas y observar a los bosques reverdecer de nuevo.
Sin embargo, al mismo tiempo que aguardo la llegada de mi estación favorita, escucho la voz de mi madre, que me dice: «No anheles que se te pase la vida».
Si eres como yo, a veces te escucharás decir interiormente: «Cuando suceda esto y aquello, voy a…»; o «si tan sólo fulano de tal hiciera esto, yo haría eso»; o «yo sería feliz si…»; o «estaré satisfecho cuando…».
Al anhelar algún bien futuro, olvidamos que cada día —a pesar del clima o de nuestras circunstancias— es un regalo de Dios que debemos usar para Su gloria.
Según el escritor Ron Ash, «Estamos donde necesitamos estar y aprendemos lo que necesitamos aprender. Mantengamos el curso porque las cosas que experimentamos hoy nos conducirán donde Él necesita que estemos mañana».
En cada estación, hay una razón para alegrarse y una oportunidad para hacer el bien (Eclesiastés 3:12). El desafío para cada día es que encontremos alguna cosa en la cual alegrarnos y algo bueno para realizar… y después hacer ambas cosas.