Con cuatro años de seminario como experiencia, me lancé a mi primer ministerio con una amplia agenda de actividades. Como pastor nuevo, pensé que estaba allí para cambiar ese lugar. Sin embargo, Dios utilizó ese sitio para cambiarme a mí.

La junta directiva de la iglesia me respaldó, pero me mantenía implacablemente ocupado en detalles administrativos. Tuve que aprender a trabajar con líderes laicos, a ser cuidadoso en mi trabajo y a soñar con los demás.

A menudo, pensamos que Dios nos asignó la tarea de cambiar el mundo que nos rodea, cuando, en realidad, Él tiene interés en cambiarnos a nosotros. ¿Para qué? Para hacernos un «instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra» (2 Timoteo 2:21). Dios suele utilizar a las personas más insólitas en los lugares más inverosímiles para enseñarnos algunas de las lecciones más difíciles de la vida. Y cuando pensamos que lo hemos logrado, Él tiene más cosas para enseñarnos.

Hace poco, entré en una nueva etapa del ministerio. Quizá sea un «veterano experimentado», pero todavía sigo aprendiendo, creciendo y asombrándome ante la manera en que Dios continúa moldeando este instrumento para Sus nobles propósitos.

Si quieres ser un agente de cambio, no resistas al verdadero Agente de cambio. ¡El Señor desea de todo corazón lo mejor para ti (y para Él)!