Durante un recital de la banda escolar de mi nieta, me impresionó lo bien que tocaba este grupo de preadolescentes. Si cada uno hubiera querido ser solista, no habría podido lograr en forma individual lo que la banda hizo colectivamente. Cada instrumento hizo su parte, ¡y el resultado fue una hermosa sinfonía!
Pablo les escribió a los romanos: «Nosotros somos las diversas partes de un solo cuerpo […]. Dios, en su gracia, nos ha dado dones diferentes para hacer bien determinadas cosas» (Romanos 12:5-6 NTV). Entre estos dones, Pablo mencionó la profecía, el servicio, la enseñanza, la exhortación, la liberalidad, el liderazgo y la misericordia (vv. 7-8). Cada don debe ejercerse con libertad y para el bien de todos (1 Corintios 12:7).
«En concierto» significa «acuerdo en diseño o plan; armonía o acorde». Ese es el plan del Señor para sus hijos. «Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros» (v. 10). El objetivo es cooperar, no competir.
Todos los días, estamos «en el escenario» ante un mundo que nos observa. No hay solistas en la banda de Dios, sino que cada instrumento es esencial. La música es más melodiosa cuando cada uno interpreta su parte en armonía con los otros.